La comparación de nuestra fe con un grano de mostaza debe ser solo para que entendamos que aunque empieza pequeña como la diminuta semilla, será tan grande como el frondoso árbol. Jesús nos quería enseñar que nuestra fe debe crecer y llegar a ser tan sólida que nos permita atravesar victoriosos cualquier adversidad, hasta alcanzar los mas sorprendentes milagros.
Para lograr la estatura de una fe mayor que los problemas que enfrentaremos en nuestro diario vivir, tendremos que ejercitarla y hacerla resistente a la condenación, a la intimidación, al desaliento y al tiempo de espera como demostró aquella mujer Cananea en su dialogo con el mismo Jesús.
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